martes, 30 de junio de 2009

M de Mater_

MATER nace en 2006 de la necesidad de crear una “materialoteca” que englobe materiales innovadores, multidisciplinares, que promuevan la mejora y la revolución de los productos. En definitiva, que proporcionen un aumento del bienestar de la sociedad que los acoge. Se trata de un proyecto dinámico, que transmite conocimientos a través de materiales de todo tipo. Esta gran variedad hace que en MATER participen tanto físicos como arquitectos, ingenieros o diseñadores.

Por motivos de trabajo, he tenido la oportunidad de visitar
MATER, el centro de materiales multisectorial, de investigación y divulgación, impulsado por el FAD. Actualmente expone en su centro 1.200 materiales de categorías tan diferentes como Energía, Farmacia, Biotecnología, Transporte, Construcción o Textil. Profesionales de estas y otras ramas pueden visitar la exposición con la finalidad de conocer materiales novedosos y sus aplicaciones.

La Dirección Científica corre a cargo de Javier Peña, Profesor y Jefe del Área de Ciencia y Tecnología de Elisava. Me atiende amablemente y me obsequia con el tercer tomo de la Tesis de MATER: Nuevos materiales, nueva industria. En él se recogen explicaciones sobre Nanotecnología, Transporte, Metales, Polímeros, Biomateriales...


Existen tres niveles de lectura en MATER:

1. Es posible ver y tocar los materiales expuestos.
2. Cada material o producto dispone de un código de barras. Mediante una PDA, el visitante puede acceder a información relativa a la empresa que lo comercializa, contacto, características técnicas, etc.)
3. Acceso y contacto con la empresa propietaria del producto.

Este centro, ubicado en Barcelona, en el FAD, pertenece a la Red Europea de Materiales, cuyo centro madre se ubica en París. Comparte Base de Datos de alrededor de 3.500 materiales.

lunes, 3 de noviembre de 2008

C, de Carta_

Estaba en casa. Había tenido un día de perros. Me sentía triste y sin ganas de hablar.
De repente, él se pasó por mi casa. Picó al timbre y al abrir la puerta me encontré con una carta en el suelo. Él ya no estaba.
Era una carta maravillosa. No podía dejar de llorar. Me asomé por la ventana pero ya se había ido. Había recorrido la ciudad sólo para dejarla en mi puerta.
Continuará...

lunes, 13 de octubre de 2008

R, de Racha

De repente, se encadenan al menos dos situaciones positivas. Para una persona tan negativa como yo eso es una racha, una de las buenas.
Un día, sientes un subidón repentino. Las cosas se arreglan casi solas. Alguien recupera, por ejemplo, tu monedero robado y te ahorras el papeleo del DNI y del carnet de conducir. Una llamada inesperada, el contacto con alguien del que no sabías nada desde hace años, te devuelve risas por anécdotas…
Salgo con la moto del trabajo, de fondo Revólver, Kate Perry o Deluxe… Subida de adrenalina porque empiezo a ver las cosas de otro color hoy. Hoy es el instante, el instante es la vida, la vida es sólo HOY.
¿Quién sabe MAÑANA?

martes, 7 de octubre de 2008

A, de Atracción_

Física. Instantánea o no.
De repente, un flash.
Soy hetero. Me gustan ellos.
A veces, su culo. A veces, su boca, sus ojos, el pelo, el color de la piel, su sonrisa, la estatura, la proporción, uñas limpias, por favor. Vamos, lo que a todas.
Pero más allá de la fisonomía, el físico… existen todas aquellas cosas que no pueden explicarse con demasiada exactitud. De repente, una palabra adecuada en el momento adecuado. Las ideas claras y la inseguridad al mismo tiempo. Unas manos pulidas que no te tocan demasiado pero te rozan “inesperadamente”. Los gestos. La inteligencia de una conversación fuera de los cánones.
Aprender. Aprendo y eso de él me atrae. Si me enseña cosas cada vez que le veo, es un libro abierto que me nutre de viva voz.
Ternura y un punto justo de dureza, pero lejana al pasotismo. Qué le voy a hacer, soy de detalles. Más lo sufro yo.
Lo sorprendente, lo que se sale del guión. La frase que me rompe porque me hace reactivar mis neuronas. De acuerdo o no, me encanta ese punto de novedad que destroza mis esquemas.
La personalidad fuerte, no demasiado voluble. La seguridad, no confundida con el ego subido.
La ternura. Fuera las vergüenzas. No le teme a la emoción. Ser hombre no significa ser de piedra.
Con capacidad para comunicarse. No a las mesitas de noche que ni sienten ni padecen y todo les da igual. Hablando se entiende la gente. Sin ser exageradamente hablador, siempre a punto para charlar. Abierto a la discusión, sin tabúes.
Allí estuvo una vez, uno de ellos, en una fiesta, poniendo y recogiendo la mesa, atento a sus amigos, lanzándome una mirada y una sonrisa de lejos que decía “estoy contigo aunque no lo estoy físicamente y tengo mucha gente que atender”. Es independiente, tiene una vida, pero siempre guarda un espacio para conocerme e invertir tiempo en mí.
Dosificando silencios que dicen más que mil palabras.
Con iniciativa para planear, para decidir.
No le da miedo soñar despierto y mostrar, al mismo tiempo, una visión realista de la vida (el último no dejaba de repasar las tragedias el mundo y recordarme constantemente lo mal que está todo).
Y lejano al protagonismo en la cena de turno, escucha más que habla y habla de lo que sabe, sin obsequiarnos con clases magistrales y sentencias.
Entonces... me atrae...
Continuará…

martes, 30 de septiembre de 2008

S, de SMS

Uno de los cambios más importantes que se ha producido en estos últimos años y que ha revolucionado nuestro modo de comunicarnos ha sido, sin duda, la llegada del teléfono móvil.
La primera vez que vi uno de cerca, yo tenía 18 años. En la biblioteca, una compañera de la universidad se dedicaba ya a intercambiar mensajes cortos con una amiga mientras “estudiábamos”.
Aquello, de entrada, me pareció surrealista, absurdo. ¿Qué interés tenía recibir mensajes en tiempo real de conocidos? ¿Qué importancia tenía comunicarse de ese modo, gastando por cada frase o llamando desde cualquier lugar? No me había parado a pensar en lo decisivo de ese nuevo sistema de comunicación inmediata desde cualquier sitio, a cualquier hora… ni de las consecuencias de ese nuevo servicio que la tecnología empezaba a poner a nuestro alcance. Yo, que acababa de aprender lo que era un email, escuchaba el tintineo de la señal de “mensaje nuevo” y, directamente, tildaba a mi amiga de enferma de la tecnología, de las maquinitas…, sobrada de tiempo, ávida de comunicación. Mi compañera era la típica con cámara réflex a los dos días que encapricharse, de Ipods, editores de video, dvd’s con grabadora… adicta a la nueva era de la comunicación.
Con el tiempo, el móvil se ha convertido en un instrumento que pasó de la controversia de sentirse controlado, invadida la intimidad, acosada la cuenta del banco merced a sms’s tontorrones, que no aportaban nada decisivo, a convertirse en un aparatejo decisivo, que nos permitía estar en contacto con el mundo a un nivel superior.
Luego nacieron las Blackberries y otros instrumentos de control de las empresas, evoluciones del “busca”, que acabaron por encadenar a una generación de hombres de negro, ejecutivos que no escapaban de las obligaciones profesionales ni en playa de Benidorm, ni en Honolulu.
El impuntual encontró el modo de excusarse si llegaba tarde a una cita, y el tímido encontró en el sms el modo de lanzarse a escupir frases obscenas a su amor, te quieros digitales, besos electrónicos y llamadas perdidas de aviso de llegada sin problemas o de “me he acordado de ti”.
Pero quiero centrarme en el sms como sistema de tortura cuando no se recibe y de él se espera una confirmación, un mensaje bonito, de amor, un recuerdo especial… que nunca llega.
La adicción nos lleva, especialmente a las mujeres, a revisar el funcionamiento constante del teléfono, a mirar la pantalla obsesivamente por si aparece el dibujo de la carta de marras que nos indica que tal o cual nos quiere decir algo, nos contesta, nos piensa, nos confirma, nos relaja, nos atiende, nos fideliza. Es el sms del descanso aunque llegue a las 3 de la mañana. El sms en el que nuestro rollete, nuestra pareja, nuestro marido nos comunica algo que esperábamos con ansias. Entonces, ese sms puede resultarnos casi decisivo para confirmar que alguien nos ama, que nos tiene en el pensamiento, que nos dice que vendrá, que comparte algo tonto o indispensable para nuestra tranquilidad. Ese es el sms del horror cuando no llega y de la paz y la felicidad cuando aterriza en nuestro aparato.
Es el sms del miedo, de la inseguridad y habla demasiado fuerte, estrepitosamente, de lo que queremos que sea nuestra relación con el susodicho. Es un arma que, especialmente nosotras, convertimos en algo exageradamente definitivo, para tomarnos nuestra relación con esa persona de un modo u otro.
Si él o ella quiere comunicarse con nosotros, demostrarnos que nos quiere, que está ahí… puede encontrar modos muy diferentes de hacerlo y no siempre ha de recurrir a este sistema endemoniado que nos amarga por falta o por exceso.
Porque el sms habla de muchos modos. Como digo, excesivamente cuando no deja de acecharnos e incluso nos despierta de madrugada por nimiedades. También habla cuando calla y no se produce, cuando nunca llega. Entonces, como tontas del culo empieza la comida de olla: no me quiere, no se ha acordado, no me confirma si viene, no sé si de verdad le gusto, no muestra interés, no sé si contar con él, no me da lo que yo quiero, lo que yo espero…
Entonces, en mi opinión, es mejor apagar el teléfono, desconectar y, como siempre que me refiero a ellos, a los hombres, optar por no esperar nunca nada. Y dejar de dar tanta importancia a este instrumento de auto flagelamiento que nos amarga la vida aún sin tener demasiada importancia. Porque los grandes mensajes que pueden cambiar nuestra vida no se reciben por sms.
Continuará...

lunes, 29 de septiembre de 2008

R, de Rollo

Hemos perdido los antiguos referentes y ahora todo es más relativo que nunca. Todo se pone en tela de juicio y las opiniones sobre temas para los que antes no había discusión, son ahora arco iris de colores y matices infinitos.
Uno de esos conceptos que antes pasaban por un proceso establecido era el de la pareja. Noviazgo+ Petición de Mano+ Sexo= Familia.
A día de hoy existen tantas formas de emparejamiento como seres en la tierra. No sólo se han mezclado los sexos y ha crecido el número de personas dispuestas a admitir su homosexualidad, ha mutado por completo el concepto que depende de los dos ( o a veces incluso de tres) y como se suele decir, cada pareja es un mundo y las “reglas” por las que se rigen las relaciones son muy dispares.
El “rollo”, “rollete”, “lío” es uno de los más populares y también uno de los más problemáticos, en muchas ocasiones, por la disparidad de nociones de él que tienen en ocasiones hombres y mujeres. Pero esto tiende a igualarse y el sexo femenino ya empieza a coincidir con el masculino llegando a un pacto de derecho únicamente al roce. Pero… es tan frágil la línea que a veces separa el simple lío de la pareja…
La tendencia nos lleva a pensar que siempre son las mujeres las que confunden ambos términos y acaban exigiendo más de lo que en un principio se pactó. Sin embargo, esto cada vez sucede menos, en mi opinión. Las mujeres ya están listas para discernir una cosa de la otra y a menudo son ellas las que desean no adquirir más responsabilidades y, por ejemplo, no ven extraño dormirse de espaldas al susodicho después de hacer el amor o no llamarle después del primer contacto.
¿Eso es muestra de avance y progreso? ¿Eso es ejemplo de independencia o simple aversión al amor? ¿Es simplemente un modo de entender que el sexo y el amor pueden separarse sin traumas y disfrutarse por separado del mismo modo que se goza de las dos cosas?
Cada vez son más las mujeres que salen de caza una noche por el simple capricho de darse un homenaje sexual sin querer nada más que exactamente eso.
Ahora ya es posible de disfrutar de un encuentro sexual, finalizarlo y no plantearse nada más. El hombre en busca y captura de un cuerpo sobre el que desfogarse. La mujer acechando un cuerpo de hombre que sacie sus instintos sin hacer preguntas y del que, a veces, desconoce hasta el nombre.
Lo lógico es pensar que se trata de una fórmula válida siempre y cando ambos estén de acuerdo y ninguna de las partes sufra. Pero sabemos que eso no siempre sucede.
Continuará...

domingo, 28 de septiembre de 2008

S, de Sexo Acompañada y Sexo en Soledad_

Nunca he sido capaz de acostarme con un tío en la primera noche. Sigo pensando que no ofrecer esa parte de mí, de buenas a primeras, es un modo de valorar mi cuerpo y mi mente y no formar parte de ese sector femenino, pretendidamente liberal, que se da como quien ofrece un kleenex y acaba llorando por la mañana.
Sin embargo, cuando el tío se introduce en mis entrañas, cuando lo he idealizado, me ha caído en gracia y ha escupido frases elegantes, de cierta cultura y cerebro bien amueblado, he acabado abriéndome de piernas con cierta prontitud. Excepto en mi primera vez, cuando la educación, la religión, la cultura y otros prejuicios seguían encadenándome. Tenía 19 años y creo que no estaba aún enamorada.
Con el paso de los años, el acto sexual se ha convertido en una parte más de la relación de pareja y ya no constituye nada más que otro modo de comunicación, de desfogue y de alegría pa’l cuerpo.
Pero echar un polvo con un tío, como ya habréis comprobado la mayoría de vosotras y vosotros, no es siempre una alegría pa’l cuerpo. En ocasiones es frustrante, penoso, absurdo y vacío. Y no siempre ellos tienen la culpa.
Antes de conocer el sexo en pareja ya había conocido el sexo en soledad. Esa es la clave. Por eso me resulta pasmosamente sencillo alcanzar el orgasmo, a veces incluso con el tipo más inepto. Es una de las pocas cosas en las que me siento una privilegiada.
A menudo es muchísimo más satisfactorio el sexo en soledad que el compartido. Gracias a la masturbación, sí, esa palabreja que muchas mujeres temen pronunciar, he sabido pronto lo que me gusta, dónde, cómo y cuando. Eso ha hecho que espere algo más que un puto conejo jadeante encima de mí, un sudoroso infraser que no tenga ni idea de tocar a una mujer. Y como de eso abunda (afortunadamente no lo he sufrido demasiado, por ahora), me gusta ser selectiva. Por eso y porque no aspiro a menos.
Me encanta el sexo, me vuelve loca. Y eso es algo que, dicho de buenas a primeras, a veces coarta a un hombre. Presuponen que eso significa que somos ninfómanas, máquinas en la cama, que nunca estaremos contentas. A algunos les baja el miembro el escuchar frases así, salidas de la boca de una mujer. Soportan un peso de tantos años de machismo y masculinidad mal entendida que se sienten responsables por entero de nuestro placer sexual. Ignoran que buena parte de nuestros orgasmos están por encima de ellos y los conseguimos por nosotras mismas, sin que sean imprescindibles esos esfuerzos inhumanos que creen que deberán llevar a cabo.
Ese es uno de sus problemas en materia sexual. El otro es creer que el pene es el único órgano del que deben hacer uso para conseguir darnos placer.
En mí, el sexo está en la mente y en la vista. En la mente, porque puedo jugar con ella a mi antojo: imaginar el tacto de una piel, la sensación de una lengua en mi espalda o el calor de un cuerpo debajo de mí. El placer previo al propio acto sexual.
Es una de las razones por las que mi placer no depende de Él.
He disfrutado de sexo con amor. He disfrutado de sexo con amor que no lo era. He disfrutado de sexo sin amor. He disfrutado de sexo lento y pausado y también de polvo loco de cinco minutos. He padecido de noches de sexo frustrante por incapacidades físicas de mi pareja, por miembros minúsculos de dueños que además eran ineptos, he fingido orgasmos por cariño hacia la persona que, con más fe que verdadera intención, ha intentado contentarme penosamente. Se me han girado los ojos y he tenido espasmos de placer, he llorado de desesperación al comprobar cómo mi pareja era incapaz de alcanzar el orgasmo, he golpeado la pared de rabia en soledad después de una sesión de sexo que había idealizado y que había acabado siendo desesperante.
Pero, por encima de todo, lo que más ha crispado mis nervios, mis sentimientos, mi condición de mujer, ha sido padecer incompatibilidad sexual incorregible, inevitable, con la persona a la que amaba.
Continuará…