Estaba en casa. Había tenido un día de perros. Me sentía triste y sin ganas de hablar.
De repente, él se pasó por mi casa. Picó al timbre y al abrir la puerta me encontré con una carta en el suelo. Él ya no estaba.
Era una carta maravillosa. No podía dejar de llorar. Me asomé por la ventana pero ya se había ido. Había recorrido la ciudad sólo para dejarla en mi puerta.
De repente, él se pasó por mi casa. Picó al timbre y al abrir la puerta me encontré con una carta en el suelo. Él ya no estaba.
Era una carta maravillosa. No podía dejar de llorar. Me asomé por la ventana pero ya se había ido. Había recorrido la ciudad sólo para dejarla en mi puerta.
Continuará...
3 comentarios:
Bonito detalle, ¿no? Me alegro de tu vuelta.
Los pequeños detalles nos hacen GRANDES.
... tal vez huía, tal vez se había equivocado de timbre, tal vez...
Publicar un comentario